viernes, 11 de noviembre de 2016

El Jugador



Es de muy mal gusto escoger una lectura por el ancho de su lomo, pero teniendo en cuenta que cogiera el libro que cogiera no me lo iba a llevar a casa y que me estoy reservando la lectura del próximo novelón para cuando tenga tiempo (probablemente en navidad), no me quedaba otra. Según dejaba La familia de Pascual Duarte en la estantería de la biblioteca (magnética novela que me duró literalmente una sentada) me topé de frente con los libros de Dostoyevski, supongo que por eso de que la "D" va después de la "C". Los Karamazov me hacían ojitos, pero tuve que rechazarlos por lo mencionado anteriormente, eso de la gordofobia literaria. Justo a la derecha de los dos imponentes volúmenes karamazóvicos había tres ejemplares de una novela corta, delgada. Amor a primera vista. Agarré el menos deteriorado de los tres ejemplares y empecé mi lectura de El jugador.

Qué manera de narrar tiene Dostoyevski, qué fuerza, qué intensidad. El psicólogo/escritor esta vez toma la voz de Alekséi Ivánovich, un sujeto pusilánime que se ve arrastrado por la fuerza unas veces del amor, otras del juego. Alekséi se encuentra en Wiesbaden como tutor de una familia rusa de clase alta, o al menos eso quieren aparentar. Lo cierto es que ninguno de los allí presentes tiene un ochavo y están esperando a que muera la tía del cabeza de familia, el General, para heredar y saldar las deudas, de las que todos están hasta el cuello. Todos menos Alekséi, que la única razon por la que sigue ligado a la familia es Polina Aleksándrovna, la hijastra del general.

Vaya mujer. Cuanto menos recibe, más le da el pazguato de Aléksei, que se desvive por ella y poco le falta para acabar como Werther. Polina conoce las intenciones de Ivánovich, y le pone a prueba una y otra vez, esperando ver un mínimo de integridad dentro del futuro ludópata, pero no hay manera. El tipo está perdidamente enamorado y no tiene la fuerza de voluntad ni el carácter para sacarse de esa esclavitud, y cuanto más le ignora y le falta al respeto Polina, más se enamora.

Y alrededor de la mitad de la novela se presenta, en silla y con miles de rublos para jugar, la mismísima tía del general, "la abuela", con sus setenta y cinco años y sin poder plantar los pies en el suelo. Ni muerta ni moribunda, Antonida Vasílevna se va directamente de la estación de tren al casino, para desgracia del general, que ya se ve venir que no va heredar ni un rublo.

La contraportada y el prólogo de la edición que he leído afirman que esta novela es casi autobiográfica, que Dostoyevski tuvo muchos problemas con el juego y el amor, y que, de hecho, se vió obligado a salir de Rusia por miedo a la cárcel. No hay motivos para dudarlo, desde luego. El jugador fue una novela dictada, no escrita, y se nota que pierde en profundidad y en extensión respecto a Crimen y castigo, pero no pierde ni un ápice de intensidad. Dostoievski, al igual que la abuela, vivía por la tensión de la apuesta, por el miedo a perder la última moneda y por la efímera alegría de ganar en la ruleta, por ese estado de ebriedad en el que todo lo importante en el mundo es la bolita giratoria y los números en los que cae. Pasan las páginas y uno se contagia de esa sensación a la que son sometidos los personajes por el azar, algo que yo casi tenía olvidado desde que me jugaba los cromos de la liga cuando era niño, cuando los tirábamos en los bancos de la calle a ver cual llegaba más lejos.

Al final, como en todas las novelas realistas, las cosas acaban como tienen que acabar, es decir, con el general sin un duro, la abuela de vuelta a Rusia habiendo perdido prácticamente todo menos su casa, Aléksei metido en el juego para escapar del amor y perdiendo en las dos cosas, y yo teniendo que escribir una entrada del tirón nada más acabar para bajar pulsaciones. Qué hondo llega su retrato del alma, qué forma de plasmar los tormentos del hombre. Qué manera de narrar tiene Dostoyevski.

Dos cosas quiere el hombre auténtico: peligro y juego. Por ello quiere a la mujer: el más peligroso de los juegos. - Friedrich Nietzsche


2 comentarios:

  1. Un comentario que he leído antes me ha animado a seguir con Carver, pero esta entrada me lleva otra vez a D. ¿Soy yo muy influenciable o tú muy convincente?

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  2. Es que con los argumentos tan fuertes que tengo es imposible no quedar convencido. Carver y Dostoievsky son palabras mayores.

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