jueves, 3 de noviembre de 2016

Políticamente incorrecto



Me encanta pasearme por las estanterías de las bibliotecas. Es como una tienda de golosinas gigante en la que puedes rechupetear todo lo que quieras. Igual que con las chuches, uno se lleva algún disgusto de vez en cuando, por ejemplo, en la biblioteca más cercana a mi casa sólo tienen tres libros de Platón, que es algo así como darse cuenta de que ya no quedan gominolas con forma de botella de coca-cola y solo hay nubes de esas que se pegan al cielo de la boca cuando se muerden. Pero, por suerte, la mayoría de veces me encuentro con cosas curiosas y se me pasan las horas cogiendo y dejando libros.

Paseando por la estantería de Literatura me topé con el nombre de Javier Marías, que yo esperaba encontrar más bien en Novelas. Marías tiene un sentido del humor finísimo, un compás político que no gira en el eje de las derechas y las izquierdas, sino en el del sentido común, una cultura inmensa y una facilidad pasmosa para transmitir las ideas de su cabeza al papel manteniendo su personalidad y estilo sin recurrir a florituras ni altanerías.

Resulta que Alfaguara recoge todos los artículos que Marías escribe en El País a lo largo de unos dos años y los publica. Todavía no he visto ninguno posterior al 2007, pero cada día que los leo me sorprendo al ver que tratan temas de actualidad. Artículos de hace trece años podrían ser publicados hoy mismo y quedarían como un guante en cualquier periódico. En varios de estos artículos, Marías escribe sobre la indignabilidad en la que vivimos hoy en día. Desde el "dolor de hígado" (sic) que le produce Jiménez Losantos por las mañanas a los que saltan al cuello cuando algún valiente expresa una opinión distinta a lo políticamente correcto. El primero me es indiferente, pero los segundos son los sujetos más peligrosos de la sociedad de hoy en día.

Donald Trump es uno de esos personajes que dan más risa que rabia, como Kim Jong-Un o Hugo Chávez, entre otros. Parecen parodias de sí mismos, son sujetos tan pintorescos que ni el más imaginativo de los escritores los podría haber creado. Trump en concreto tiene una forma curiosísima de hablar: repite varias veces, y con mucha confianza, frases cortas y sintácticamente simples, en las que habla de sí mismo como la única salvación para la decadencia en la que los demócratas han sumido a América. Escuchando lo que dice uno pensaría que ya ha ganado las elecciones antes de empezarlas.

Pues bien, hace unas semanas salió a la luz una conversación privada de Trump con un presentador de televisión en la que ambos demuestran una inteligencia emocional y un sentido del humor similares a los de un quinceañero. Supongo que todo el que lea esto estará al tanto de lo que se cuentan el uno al otro, que es más o menos lo que me toca a mí leer en el whatsapp unas veintitrés veces al día, y lo que me toca escuchar otras tantas cada fin de semana que me despegan del tablero de ajedrez para conservar las amistades. En un acto de hipocresía vergonzoso, el mundo entero ha decidido indignarse muy profundamente por la conversación jocosa que este señor estaba teniendo con su amigo. Es decir, después de todas las burradas que ha pronunciado este personaje, su clavo en el ataúd no va a ser apelar descaradamente a lo más rancio y paleto de la América profunda o el hecho de no tener ninguna experiencia como político, sino decir que (sorpresa), tiene dinero y se tira a la que le de la gana.

El pasado cuatro de Octubre, los Colombianos votaron "no" al acuerdo de paz entre las FARC y el gobierno. Y no será por falta de apoyo mediático a favor del acuerdo. Leyendo los artículos y encuestas previas al plebiscito ya sentía algo de wishful thinking (expresión que Marías dice, no es traducible al castellano) a favor del "sí", pero las noticias posteriores a la votación son lamentables. En el artículo principal sobre la votación, El País asegura en la primera línea que Colombia da "un salto al vacío" en lugar de "ser un ejemplo para el planeta". ¿Cómo se puede faltar al respeto de esa manera al pueblo colombiano? El ciudadano que votara "no", ¿Ya no es un ciudadano "ejemplar"? ¿Sólo por tener una opinión distinta a la de este periódico ya esta arrojando "al vacío" a su país? Por no hablar del gilipollas de John Carlin, que llama, con toda su cara y su poca verguenza, cobarde a James Rodríguez por no pronunciarse respecto a este tema, es decir, por dedicarse a hacer su trabajo, que es jugar al fútbol.

Este Carlin también aprovechó para meter cizaña a los británicos que votaron "sí" al Brexit. Otro caso en el que todas las encuestas daban ventaja a la opción políticamente correcta y acabó saliendo la contraria. Y a mí, que no me convence el tema de las casualidades, me está empezando a parecer que todo esto es sintomático de los problemas que crean las masas indignables. Estamos llegando a un punto en el que el ciudadano medio no se atreve a decir lo que piensa, ni siquiera en encuestas anónimas, y varios medios de comunicación ya están actuando como Policía del Pensamiento (ahora que lo pienso, la neolengua tampoco está tan lejos de ser una realidad).

Y aún mas importante que todo esto es que me he quedado sin libro que leer después de comprobar que no hay ningún Fedón en la biblioteca. No estaría mal revisitar 1984, pero, al paso que vamos, mejor me espero a protagonizarlo. Seguiré leyendo a Marías.

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