domingo, 25 de octubre de 2015

Cuando los campeones no quieren ser Séneca (II)



Todavía me acuerdo de cuando Rossi ganó su noveno mundial. Salió al podio con una camiseta que ponía "Gallina vecchia fa buen brodo" y un huevo con el número 9. Hoy, seis años después, en el mismo circuito y en la misma posición, ha vuelto a subir al podio. Sin la camiseta y sin el huevo, pero con unas gafas de sol la mar de chulas y una sonrisa de oreja a oreja. Minutos antes, en medio de una pelea preciosa, había provocado a Marc Márquez para que intentara adelantarle, y, cuando el catalán se tiró al exterior, Rossi bajó la velocidad, tanteó, le miró dos veces, y le soltó una coz que mandó al español al suelo.

Es incluso más sucio y antideportivo que las provocaciones de Materazzi y Spike Lee, pero, al fin y al cabo, lo que hablan son los resultados, y Rossi es líder del mundial, Materazzi campeón del mundo, y los Knicks, pese a perder aquel partido en el Madison, acabaron ganando la serie. Y estos casos, lejos de ser excepciones, son más bien la norma.

Michael Schumacher, siete veces campeón de F1, es conocido por ser uno de los pilotos más sucios de su época. Por ejemplo, en 2006, al terminar su vuelta de clasificación, dejó el Ferrari aparcado en la Rascasse de Mónaco, el circuito más estrecho del campeonato, impidiendo que el coche que venía detrás haciendo vuelta pudiera acabara. Este coche era el de Fernando Alonso, su principal competidor por el mundial.


 Saliendo de la F1, el Barcelona de Guardiola será recordado siempre como uno de los equipos más dominadores de la historia del fútbol. Acaparando cerca del 70% de la posesión en casi todos los partidos, era cuestión de tiempo que la calidad individual de Messi, Iniesta o Xavi rompiera el cerrojazo de los equipos rivales, que no tenían otra manera de jugar contra el Barça, pues intentar quitarles la posesión era un suicidio. Aparte de sus méritos en el campo, tampoco se libran de las polémicas arbitrales y los gestos feos que aparecían puntualmente cuando, al igual que Zidane, se quitaban la careta de Séneca


Pasando una vez más al baloncesto;sólo hay un equipo en la historia de la NBA que consiguió parar a los Bulls de Jordan, y no fueron ni los Celtics de Bird, ni los Lakers de Magic, ni los Blazers de Petrovix y Drexler, ni los Jazz de Malone y Stockton. Fueron los Bad Boys, los Detroit Pistons de Isiah Thomas, Bill Laimbeer y Joe Dumars. Y no eliminaron a los Bulls una única vez, sino tres consecutivas. Los Bad Boys son el equipo más sucio que ha visto este deporte. Codazos, agarrones, peleas, todo lo que hoy en día serían agresiones y faltas antideportivas en toda regla eran el pan de cada día cuando los equipos iban a jugar a Auburn Hills. El odio tan intenso que creó este equipo entre los rivales hizo que los miembros del Dream Team boicotearan al capitán, Isiah Thomas. El equipo técnico le seleccionó para que fuera a jugar el mundial, pero el resto de jugadores no quiso compartir vestuario con el líder de los Pistons.


Se suele decir que para ser el mejor hay que, además de ser bueno, tener algo de suerte. Yo creo que no. Los mejores entienden que, para ser los primeros, hay alguien que tiene que ser segundo, y si ser el mejor implica pisotear al resto, no dudan un segundo en imponer su ley sobre la de los demás. Puede que sea inmoral, pero los campeones solo piensan en términos de ganar y perder. El fin justifica los medios. Por eso Rossi estaba tan feliz en el tercer escalón del podio. Tendrá que salir último en la única carrera que falta, pero de momento es líder y, lo más importante, ya ha demostrado que es capaz de hacer lo que sea para alcanzar su décimo titulo. Sabe que ya no es el más rápido y, si no es capaz de ganar sobre la moto, lo hará fuera de ella. El toquecito con la pierna no es más que una treta psicológica, un anzuelo. Veremos si Lorenzo pica. Gallina vecchia...

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